Ese día, para muchos un día como otro cualquiera, un día sin importancia, un día insignificante. Para mí todo lo contrario, un día especial como ningún otro cualquiera, un día en el que de verdad encontré la verdadera amistad para siempre, ese día que tantas veces estaba esperando para encontrar a alguien que me quisiera de manera distinta, diferente. Ese día llegó, más o menos como todos los demás, pero muy importante al final. Ese día en el que todo cambiaría por completo, en el que mi vida daría un vuelco muy grande, demasiado. Ese día en el que menos me lo esperaba, esperar encontrar a alguien de esa forma de ser, de querer, de mirar. Ese invierno fue simbólico para mí, el que me ayudaría a superar mis retos más difíciles, más tristes. Gracias a ese día encontré a un gran apoyo, ese que estará para siempre a mi lado. Desde ese día, el día que me hizo ver que podía haber algo más que complicidad, algo más que risas. Desde ese día lo compartimos todo, las llamadas, los mensajes, los te quiero, los besos y abrazos. A partir de ese día me perdurará una amistad con principio pero nunca con fin. Desde el día que la encontré, sí, porque gracias a ese día toda mi vida cambió para mejor, para arreglar todas mis penas. Decir que GRACIAS por ese día. Por ese 31 de enero de 2010. Un principio pero sin final…
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