Mi madre, esa mujer de más o menos 1’65 de altura, morena y pelo corto. A la que tanto le gusta salir y divertirse, reír y disfrutar. Disfrutar de cada uno de los segundos del reloj, vivir la vida de forma especial, de forma única, como ella sabe hacer.
Esa mujer que tuvo a su primera hija un 25 de junio de 1997, en un verano muy cálido a las cuatro de la tarde. Ese día nació una pequeña niña de 3 kilos y medio, morena y muy tranquila. Una niña que cambiaría por completo la vida de esta mujer, esta que tanto había soñado tener consigo a alguien a quien querer y cuidar. Es mujer sola, sin la compañía de su marido por cuestiones de trabajo, tuvo que sacar adelante a una niña recién nacida con ganas de ver el mundo como lo hacía su madre. Con todos sus esfuerzos y la grande ayuda y apoyo de sus padres tuvo fuerzas suficientes para volver a intentarlo. Por eso en 9 de julio de 1999 nació su segunda hija, esa que cambiaría para siempre el rumbo de su vida. Y ella sola, con fuerzas, hacía lo imposible día sí y día también para sacar a sus hijos para delante. ¿Difícil? Sí, la verdad es que mucho, pero nunca imposible, por lo menos para ella. Esa mujer a la que tanto admiro por su valentía, por su forma de ver el mundo cada día que pasa, por las veces que se queda sola y en silencio para aprender el significado de este mismo y de la paciencia. Esta que tiene que sacar para ser tan fuerte como lo es ella ahora. Esa que tantas veces me ha ayudado. Porque le tendría que agradecer todas las cosas que ha hecho por mí, para que yo sea feliz, y que se que seguirá haciendo hasta el final. Simplemente agradecerle que me haya dado la vida, esa que tantas veces me ha hecho sonreír con ella. Porque es esa mujer mi ejemplo a seguir diario, esa valentía, esa fuerza, esa sonrisa que tiene dedicada a todo el mundo, esa simpatía que hace levantarla del suelo, de una forma extrañamente especial, esa dedicación por todo lo que empieza y de lo que siempre acaba, esas garras que pone par ver una sonrisa a cada una de sus hijas, esa que hace que su día se ilumine, por esa niña pequeña que lleva dentro, y esa persona adulta que saca en los peores momentos.
Gracias mamá, por enseñarme día a día nuevas experiencias en la vida, por demostrarnos que nosotros somos tu verdadera familia, por ser tu frente al mundo, ese que tanto daño te hace pero que sabes salir adelante teniendo a una familia que te quiere y te admira tanto, como solo nosotros sabemos hacer, única y exclusivamente por ti. Porque eres tú nuestro ejemplo a seguir.
Gracias mamá
No hay comentarios:
Publicar un comentario