Algo a lo que yo de verdad llamo amistad

lunes, julio 4

El final de algo que parecía no tenerlo

Llegué corriendo a casa temiendo que el ya se hubiera ido, que se hubiera cansado de esperar, pero lo veo, veo su perfecta nariz dibujada con el reflejo del sol, sus preciosos ojos que me miran ya desde lejos. Salgo corriendo, y me tiro a sus brazos, dejo llevarme entre ellos, soñar despierta. Pero noto algo raro, distante y demasiado frío. Me separo y veo sus ojos clavados en los míos, sin haber movido ni un solo músculo al sentirme cerca. Intenta hablar, pronunciar una mísera palabra, algo para que yo pueda comprender porque está así. No le sale, esa palabra que va a ser la definitiva, y la que tanto le va a costar decir.

Sentado en su portal, como tantas veces lo he estado, esperando a que ella bajara para irnos a cualquier parte con tal de tenernos juntos, sentirnos cerca. Con esa sonrisa, y esos ojos que me hacían llorar, y con esa alegría que tenía cada vez que me veía ahí sentado, esperándola. Y esta vez es igual, viene tarde, pero igual de bonita y tierna que siempre. Corre y se tira a mis brazos, yo ni siquiera me muevo, la miro y la sigo mirando. Se da cuenta, es evidente, y se separa, y me mira. No consigo vocalizar un puñetera palabra, me gustaría decírselo así sin más, rápido, pero que no sufra tanto. Es imposible, nada sale, mis ojos aun no se han ido de los suyos, siguen clavados ahí.



No hay comentarios:

Publicar un comentario