Paseando los dos solos cogidos de la mano, sonriendo a la vida, a lo primero que se nos viene por la cabeza, pensando solo en ese rato nuestro, único, y de nadie más. Pensando que al lado tenemos a la persona más maravillosa que jamás ninguno pudo haber conocido, sin querer jamás que ninguno de los dos se separe del otro. Allí delante de esa fuente, sentados en un banco comiendo palomitas y riendonos al mancharnos la boca. Una risa suave, bonita y llena de felicidad. Viendo como las palomas venían a nuestro pequeño encuentro de amor, el más bonito que nadie nunca se podrá imaginar. Apoyada en su hombro veo como pasan los segundos, los minutos y las horas, como pasan sin temor a nada, silenciosos y absolutamente felices. Como nosotros, dos pequeños enamorados, abrazandose y besandose sin querer que eso nunca terminase. Explorando el mundo poco a poco, sin prisas, sabiendo que siempre estaremos juntos, sin temor a nada. Una bonita sensación recorre mi cuerpo cada vez que me toca, cada vez que me mira, con esos ojos color miel, un color único que jamás había visto, ni sentido. Un color que me enamoró desde el primer momento. Se levanta y estira los brazos queriendo que yo me tiro en ellos, y efectivamente, me abalanzo a él, a mi principe. Me pasa sus brazos por mi cintura queriendo hacerme suya, y yo mis brazos por su cuello, para hacerle mi dueño. Nos besamos ahí, tranquilamente, sin ningún temor a nada, saboreando esos labios que siempre me habían gustado besar, pero hoy mucho más, y de manera diferente, lo quería para mí, para tenerlo a mi lado por el resto de mi vida. Y paramos, me mira y me sonrie, seguidamente me abraza, me abraza como si fuera un peluche, y una pequeña lágrima cae por mi cara. Me la limpia, y si es ahí cuando de verdad sentía ser la persona más feliz de todo el mundo, ser feliz con la única persona que mejor lo hacía, él, y simplemente él. Y me da un beso en la frente, susurrandome al oido la palabra más bonita que jamás nadie ha podido escuchar, y únicamente para mi. Sí, estoy enamorada. Y es ahí... cuando me doy cuenta que estoy tumbada en mi cama, con mi pijama de lunares, y llorando como una niña chica, como una niña que solo acaba de tener el mejor de sus sueños.
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