Un día de verano como otro cualquiera, sin nada que hacer, tirada en el cesped, contando las moscas que reboloteaban por encima de mi cabeza, observando como se movían las nubes, cuando de repente, suena el timbre de mi casa, ese extraño sonido que me despertó de ese aburrimiento. En ese momentos aparece ella, esa extraña persona de mi edad,un poquito más baja, con gafas y ortodoncia, y una bonito sonrisa, esa sonrisa que me dije que estaba encantada de conocerme. Más lo estaría yo con el paso del tiempo, desde ese inesperado día, compartimos más que la edad. Risas, ropa, consejos, secretos, y diversiones, son unas pocas cosas que hacemos juntas. Porque desde ese día me di cuenta de que tendría una amiga, una amiga que estaría siempre ahí, como una hermana más, ayudandome en seguir correcto y no perderme por el incorrecto. Es ella solita la que de verdad me ha enseñado, aparte de las matemáticas, a querer de forma diferente, de consolar en silencio. Tengo mucha suerte de tenerla a mi lado, de poder contar con ella para todo. Y fue ese día de verano como otro cualquiera, de que la encontré. Encontré a una amiga de verdad, como solo ella sabe hacer.
Gracias Teresa, por ser simplemente tu(L)
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