Pasa el tiempo, bueno más bien vuela, las cosas cambian,
todo sigue, nada se para. Gente que viene y que al rato se va, que dejan
bonitas sonrisas y puede que hasta amargas lágrimas. Es triste el saber que
todo tiene su propio fin, que esa es nuestra meta y que nada ni nadie puede
hacerla cambiar. Pero de repente alguien aparece, que ilumina y que camina
hacia tu lado. En ese momento te acuerdas de todo, de la primera vez que la
conociste, todas las risas a su lado, cada beso, abrazo y gilipollez. No la
pierdes de vista, temes que se pierda y no la vuelvas a encontrar jamás, y ese
es tu principal miedo. No quieres que se aleje, quieres pertenecer con ella
hasta el final, hasta que todo acabe. Quieres seguir buscando la felicidad con
ella, que te siga guiando por el mejor camino, que no te deja caer por nada y
que si por algo te despistas que sea ella la que te ayude a levantar. Sabes que
lo que tienes a tu lado es algo grande, que jamás podrás pagar y que nunca tal
vez te hayas merecido. También sabes que si no la cuidas bien en cualquier momento
puede desaparecer y que eso es lo último que querrías. Asique cuídala como a
ninguna, dale todo lo que puedas porque ella siempre te lo estará dando a ti,
no dejas que se caiga, y si lo hace y te pide que le echas una mano, tu ofrécele
las dos, es lo menos que se merece. Acompáñala hasta el final, nunca dejes que
nada ni nadie se interponga en vuestro camino, y que por muy mala que sea la
cosa, regálale una sonrisa de esas que a ella tanto le gustan y le dan más
fuerzas. Ella es fuerte y jamás te pedirá ayuda, pero tu sola sabrás cuando la
necesita. Nada es para siempre, si, pues al estar con ella, os aseguro que ese
mito cambia.